AL ILUSTRÍSIMO Y REVERENDÍSIMO DOCTOR DON OTTO TRUCHSESS
Ilustrísimo Cardenal augustano, patrono reverendísimo.
En efecto, ilustrísimo Cardenal, puesta ya mi confianza desde hace tanto tiempo en tu patrocinio, de tal manera me desenvuelvo en el mundo de la música, -que bien sabemos que es el más alabado- que, si parejo fuera mi ingenio a mi voluntad, no me avergonzaría (así lo creo) de mi trabajo, de mi esfuerzo y de mi celo. Ahora en verdad, puesto que nunca nada puede desilusionar o engañar al que actúa con rectitud, conviene que yo, que no tuve otro propósito excepto la Gloria de Dios Óptimo Máximo y el común provecho de los hombres, ponga todo mi empeño y mi mayor esperanza en que este afán mío, sea del tipo que sea, tenga la aprobación de todos.
Mientras tanto, como una prueba o prenda de mi disposición contigo, he dedicado a tu nombre algunas canciones piadosas puestas en música (a las que el pueblo llama motetes) que tuve a bien editar para que hicieran uso de ellas las gentes de bien y, ante todo, los estudiosos de esta ciencia.
Y no carece de sentido el que lo haga pues muchas razones me invitaban a que lo hiciera: la primera que, al haber tomado a tu cargo el patrocinio de mi persona, no te olvidas de nada de lo que conviene a mi prosperidad y a mi honra. Era conveniente, sobre todo, que yo, que siempre he estado unido a ti por un fidelísimo vínculo de benevolencia y respeto, dejara atestiguado, tanto a ti como a los demás, por medio de trabajos nada vulgares, qué obras han salido adelante gracias a tu ayuda y con qué espíritu ahora progresan, es decir, hasta qué punto con qué gusto y agrado las asumo.
Entonces, me pregunto, las Canciones musicales y las Canciones piadosas ¿a quién ha sido más adecuado dedicarlas que a alguien que no sólo se deleita principalmente con el canto sino que ha antepuesto a lo largo de su vida los estudios sagrados a todos los honores y riquezas? En verdad, ¿a quién era más justo entregar esta primicia de mi esfuerzo que a tí de quien la había recibido para dar prueba de él y de quien sé que proviene lo que de conocimiento hay en mí, si es que algo hay, sea éste del tipo que sea?
Por esta razón, confieso que te debo más que a otros; que te debo cuanto casi no es posible que un hombre deba a otro hombre. Para dar testimonio de esta circunstancia me decidí a publicar para uso público esta colección de trabajos míos, primicias de mi ingenio dedicadas especialmente a tu nombre. Si tengo conocimiento de que son de tu agrado, me dedicaré, contento con este parecer tuyo, a otras obras y no me preocuparé por lo que los demás opinan o hablan de mí. Mientras tanto, puesto que con tu generosidad me has concedido el tomarme entre tus protegidos, que sea fruto de tu firmeza el protegerme y honrarme.
Tu humildísimo siervo
Tomás Luis de Victoria
Traducción: Luis González Platón.
Fuente bibliográfica: Tomás Luis de Victoria: Pasión por la música, Ana María Sabe Andreu, Institución Gran Duque de Alba, Ávila, 2008.
[Acceso dedicatoria digital]
Imagen del ejemplar del Monasterio de Santa Ana, Ávila (España). Digitalizado por Nacho Álvarez©.